La Muerte de Döme Sztójay: El Arquitecto de la Campaña Genocida Más Rápida y Brutal en la Historia del Holocausto
Budapest, 22 de agosto de 1946 – La ejecución de Döme Sztójay
En solo cuatro meses y una semana de poder, entre el 22 de marzo y el 29 de agosto de 1944, Döme Sztójay convirtió a Hungría en una de las máquinas de exterminio más eficientes de la Solución Final.

Sztójay, quien había sido embajador de Hungría en Berlín, se alineó plenamente con los intereses nazis, colaborando estrechamente con figuras clave como Ribbentrop, Himmler y Eichmann.
La ocupación alemana de Hungría el 19 de marzo de 1944, mediante la operación Margarethe, dejó a Hitler claro que necesitaba un primer ministro que obedeciera sin cuestionar.
Sztójay se ofreció para el puesto y, en cuestión de días, comenzó a implementar políticas que marcarían la historia del Holocausto de manera brutal y devastadora.
De embajador nazi a primer ministro títere
Döme Sztójay nació como Dimitrije Stojaković en 1883 y a lo largo de su carrera pasó por el ejército austrohúngaro, hasta convertirse en embajador en Berlín.
Allí, forjó una relación estrecha con los jerarcas nazis, que lo hicieron un instrumento ideal para llevar a cabo los oscuros planes de Hitler en Hungría.
Con la ocupación alemana, Hitler demandó la instalación de un gobierno que fuera completamente sumiso. Así, Sztójay ascendió al poder, comenzando una serie de medidas que deshumanizarían a cientos de miles de personas.

En cuestión de días, legalizó el movimiento fascista de la Cruz Flechada y promulgó las leyes antisemitas más severas de Europa en ese momento, lo que llevó a la persecución masiva de los judíos húngaros.
El verano mortal de 1944
Entre el 15 de mayo y el 8 de julio de 1944, en solo 54 días, más de 440,000 judíos húngaros fueron forzados a embarcar en trenes de ganado, con un promedio de 12,000 a 14,000 personas transportadas cada día.
La mayoría de estas personas fueron enviadas directamente a Auschwitz-Birkenau, donde, al llegar, aproximadamente 330,000 de ellos fueron asesinados de inmediato en una de las operaciones de deportación y exterminio más rápidas y eficaces en la historia del Holocausto.
A pesar de las apelaciones de Miklós Horthy, el Vaticano, y varios gobiernos neutrales, Sztójay mantuvo una actitud inflexible, insistiendo que la tarea debía completarse antes de la llegada de los aliados.
Esta obsesión por acelerar el exterminio de los judíos húngaros reveló la profunda maldad y el cinismo de su régimen, que no dudó en sacrificar a decenas de miles de personas para cumplir con los objetivos genocidas de los nazis.
La justicia después de la guerra
Tras la caída del régimen de la Cruz Flechada, Sztójay fue arrestado por las fuerzas aliadas en Alemania y extraditado a Budapest, donde fue juzgado por el Tribunal del Pueblo de Budapest.
Durante el juicio, entre marzo y agosto de 1946, se presentaron testimonios de sobrevivientes y abundante documentación de los crímenes perpetrados bajo su gobierno. La evidencia fue aplastante y, el 21 de agosto de 1946, Sztójay fue condenado a muerte por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
El 22 de agosto de 1946, a primera hora de la mañana, Döme Sztójay fue ejecutado por pelotón de fusilamiento en el campo de tiro de la calle Markó en Budapest.

Su muerte no pudo devolver a las 440,000 víctimas que fueron enviadas a la muerte en los trenes de 1944, pero sí sirvió como una declaración rotunda de que aquellos que ejercen el poder del Estado para ordenar genocidios, ya sea como embajadores o como primeros ministros, finalmente enfrentarán la justicia.
La memoria de las víctimas
Hoy en día, a orillas del Danubio, el memorial de los Zapatos en la Orilla del Danubio recuerda tanto a los que fueron ejecutados junto al río como a los que fueron cargados en trenes hacia los campos de concentración bajo el gobierno de Sztójay.
Este monumento consta de 60 pares de zapatos de hierro, colocados sobre el suelo, mirando hacia el río, como un homenaje a las víctimas del genocidio y un recordatorio de la barbarie que ocurrió en ese fatídico verano de 1944.
La memoria de Döme Sztójay no debe ser recordada para maldecirlo, sino para recordar al mundo lo que puede suceder cuando aquellos en el poder eligen el mal. Un gobierno fascista y genocida puede destruir una nación en cuestión de meses, arrasando con vidas y destruyendo generaciones enteras.
Lecciones del pasado
El juicio y ejecución de Sztójay subraya la importancia de la justicia postbélica y el castigo de los criminales de guerra, no solo para cerrar un capítulo oscuro de la historia, sino también para enviar un mensaje claro: que el genocidio y la barbarie no deben quedar impunes.
La memoria de los 440,000 judíos húngaros asesinados es un recordatorio de los horrores que ocurren cuando la indiferencia y el odio se permiten prosperar.
Recordamos a las víctimas para garantizar que tales atrocidades no se repitan, y que el valor de la humanidad y la justicia prevalezcan sobre la oscuridad del pasado.
La lección más importante es que cuando el poder se utiliza para infligir sufrimiento, los responsables de esos crímenes deben ser llevados ante la justicia, independientemente de su rango o cargo. Hoy, como ayer, la humanidad debe recordar para evitar que los errores del pasado se repitan.